Han pasado más de 50 años desde el descubrimiento de un esqueleto fosilizado de casi 3 millones de años de antigüedad en un sitio arqueológico en el valle inferior de Awash, en el Triángulo de Afar de Etiopía.
El 24 de noviembre de 1974, un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo estadounidense Donald Johansson descubrió los restos e identificó el espécimen como una hembra de Australopithecus afarensis, una de las primeras especies del ahora extinto género de homínidos Australopithecus.
El descubrimiento se produjo mientras sonaba de fondo la icónica canción de los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds, lo que llevó al equipo a nombrar al fósil «Lucy». Ahora, 50 años después de este sorprendente descubrimiento, un equipo de investigación británico-holandés ha realizado simulaciones que muestran que Lucy podría haber sido capaz de correr erguida, aunque a un ritmo más lento en comparación con los humanos modernos.
El descubrimiento de Lucy en África Oriental fue revolucionario, ya que hasta entonces los fósiles de Australopithecus sólo se habían encontrado en Sudáfrica. Lucy medía aproximadamente 1,10 metros y pesaba unos 29 kilogramos. A pesar del pequeño tamaño de su cerebro, los huesos de sus piernas son notablemente similares a los de los humanos modernos, lo que sugiere que ella y su especie caminaban erguidos.
Esta postura erguida requiere importantes adaptaciones fisiológicas en varias partes del cuerpo, desde los dedos de los pies que soportan el peso corporal hasta los huesos de la pelvis. Lucy se convirtió en uno de los especímenes más importantes de los primeros homínidos no sólo por la preservación de su esqueleto, sino también porque proporcionó pruebas sólidas de que los humanos modernos evolucionaron a partir de ancestros menos sofisticados.
En un nuevo estudio publicado en Current Biology, un equipo de expertos en músculos y esqueleto, junto con biólogos evolutivos, exploraron si Lucy era capaz de caminar sobre dos piernas y trepar a los árboles, además de correr. Según los investigadores, la evidencia de correr arroja luz sobre el proceso evolutivo que permitió a los humanos modernos convertirse en corredores tan eficientes de corta y larga distancia.
Para evaluar si Lucy podía correr erguida, los investigadores utilizaron un simulador desarrollado a lo largo del tiempo para analizar el movimiento en humanos y animales. Los resultados de la simulación indicaron que Lucy podía correr erguida a pesar de carecer del tendón de Aquiles, un tendón fuerte en la parte posterior de la pierna que permite que la articulación del tobillo y el cuerpo se flexionen al caminar y correr. La simulación reveló que las fibras musculares de Lucy eran más pequeñas que las de los humanos modernos, lo que, según habían demostrado investigaciones anteriores, era más adecuado para las carreras de resistencia.
La simulación demostró que Lucy no podía correr tan rápido como los humanos modernos, con una velocidad máxima de carrera de sólo 5 metros por segundo. Esto significaba que habría completado los 100 metros lisos en al menos 20 segundos. Los investigadores descubrieron que el tamaño corporal no afectaba significativamente la velocidad de carrera de Lucy en comparación con los humanos modernos. Examinaron el gasto de energía de Lucy mientras corría y descubrieron que la estaba agotando, sugiriendo que solo podía usar su capacidad de correr en situaciones específicas, no con regularidad.
Los investigadores concluyeron que el desarrollo del tendón de Aquiles y las fibras musculares en los primeros humanos les permitió correr distancias más largas a medida que evolucionaban. Entonces, incluso 50 años después del descubrimiento, Lucy continúa brindando información valiosa sobre la evolución humana.